martes, 17 de agosto de 2010

El relente

En casa de mis padres el relente constituye un gran problema. Las controversias alrededor de tan majestuoso fenómeno atmosférico conducen a verdaderas batallas campales que nada tienen que envidiarle a la lucha por el mando a distancia de la tele. Todos los que por allí, de vez en cuando, nos acercamos, asistimos perplejos a la dialéctica fina y fluida, en un primer momento, y cicatera y desvergonzada conforme la disputa va separando irreductiblemente las posiciones.

El caso es que mi padre, con una edad y de testarudez a prueba de bombas, se considera un detractor aventajado del uso del aire acondicionado, incluso en las condiciones más exigentes. Por su parte, mi madre, con un poquito más de cordura en el trato pero de testarudez también destacable, sufre de sofocos propios de la edad y durante las noches necesita de un soplo de aire fresco adicional al que mi padre siente desde la ventana del cuarto de ambos. A decir verdad, lo que mi padre denomina el relente, protagonista de esta entrada, no es más que el Casper de los “fresquitos”, una corriente de aire fantasma, un deseo más que un respiro real frente al calor infumable de los últimos días. El relente podría definirse como ese aire, que se supone que pasa por la ventana, y ahoga las posibilidades de poner el “cacharro de la pared” aunque sea a 28.

-“Yo ya se lo he dicho por activa y por pasiva” - dice mi Madre - “… pero es que una noche me va a dar un sofoco que me va a llevar” – completa.

-“No, si al final, tendremos que poner el cacharro ese, morirnos de frío e ir al de los huesos en cuanto se termine el verano”- argumenta mi padre - “si lo sabré yo, porque, además, han dicho en Salud al día que reseca las vías respiratorias.” - apostilla finalmente.

-“Mira Agustín, lo que tú quieras, enterrá en vida me tienes” - lamenta mi madre.

Aquí os los dejo, DIARIANTES, sumidos en una verdadera guerra que terminará con los primeros fríos, porque para las bajas temperaturas, todos sabemos arrimarnos al de al lado.

Buen clima, amigos.

1 comentario:

  1. Qué me vas a contar compadre.
    Yo soy de los de tu madre, no por lo de los sofocos, sino porque mis padres me hicieron con lava en las venas, como dice Mazacote.
    Sin embargo, la bella dama con la que tengo el placer de compartir alcoba, es del frente más extremo y revolucionario del brazo relentista de tu progenitor.
    Menos mal que cuando mi dulce esposa detecta un charco de agua a su lado, en lugar del rollizo cuerpo que debería estar ahí, se compadece de mí y me reactiva dándole al mando del cacharro de la pared, por supuesto a 28.
    Salud para los huesos.

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