lunes, 9 de agosto de 2010

Giordano Bruno

Inmerso en el fragor de la rutina que ofrece una semana rural en las altas cumbres, repletas de enigmáticos cerezos, de Sierra Mágina, la página 82 de mi ansiada y reposada lectura me muestra a Giordano Bruno. El tal Giordano, filósofo italiano del siglo dieciséis, sostenía una teoría, como buen filósofo, descarriada pero interesante: afirmaba que si Dios es infinito, y sus poderes también lo son, entonces debe haber un número infinito de mundos.

Maldito sea, me hizo parar: un número infinito de mundos, con infinidad de personas, infinitos tiempos y espacios, infinitos libros y hasta infinitos garitos donde tapear con cerveza fresquita y vino de infinitas denominaciones. Maravilloso. Pero, es poco plausible ¿Quién va a creerse que existan infinitos mundos? Por lo pronto puedo recordar algunos títulos en literatura y cine que se hacen eco de esta inextricable propuesta. Junto a ellos, las religiones también nos proponen otro mundo, paralelo al nuestro, donde descansaremos después de nuestra tortuosa o maravillosa vida. Igual la propuesta no es tan voluble e inconsistente. ¿Qué pensáis?

Pero lo que más me gustó fue imaginar la posibilidad de alternar un mundo con otro en tiempo real. Imaginaos, estamos aquí y decidimos viajar (gracias a algún tipo de pastilla o conjuro cicatero) a otro mundo, cualquiera de los existentes, a ser jugadores de fútbol de élite, presidentes del gobierno o prostitutas de grandes tetas, rubicundas y lascivas (estas últimas dos opciones se refieren casi a lo mismo). Después, cuando ya estuviéramos cansados de ganar títulos, robar dinero y recibir empellones más o menos acertados, pastillita o conjuro y de vuelta a nuestra rutina, un segundo después, como si nada hubiera pasado ¡¡joder, qué pasada!!

Amigo Giordano, me has conmovido. Comencé reflexionando sobre qué quería ser y qué mundo me ofrecería esa posibilidad; pensé en dónde querría estar, en qué época y el conjuro para hacerlo posible; divagué por el análisis de ventajas e inconvenientes de cada opción y, así, se me fue casi una hora al abrigo de una lámpara con una bombilla de bajo consumo, casi fundida, y escuchando Radiolé en la minicadena del cortijo. Al poco rato, llegué a la conclusión: me parece que tiene sentido, suponiendo, como Giordano, que uno crea en Dios.

Perdón por el retraso en mi entrada, estaba en otro mundo, corría fresquito.

Un abrazo a todos.

3 comentarios:

  1. En otro universo, sería una mujer maciza, lesbiana, ninfómana, mánager y pareja de hecho de alguna actriz famosa. En otro, sería un Bear Grills español, pateando selvas, bosques y desiertos, comiendo insectos y semillas sacadas de caca de oso, y poniendo las fotos en el feisbuk. En otro, sería un dictador que prohibiría cualquier tradición fuera de lugar, encarcelaría a los especuladores, recuperaría la memoria histórica... en fin, que me flipo. Agu, tienes razón, se te puede ir perfectamente una hora divagando sobre otros universos.

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  2. A mí me cuesta creer que en la inmensidad del espacio sideral, estemos sólos unos seres tan mermados, chorizos e incluso me atrevería decir tarados, como los humanos.
    Pero por otro lado pienso... Ahora que la Roja se ha hecho con la fórmula para ganar a las selecciones existentes, no me agrada la idea de que vengan nuevos de fuera a joder la marrana.
    Buen plazo bueno campestre-rural, compadre.

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  3. Martinelli, me colaría en cualquiera de los mundos que propones. ¿Te acuerdas del mundo CM con las lunas ORIGINART y ECOQUALITAS? ¡¡Menudo mundo ese!!

    Vicen, seguro que no estamos solos y aunque algún viajante de cualquier lejana galaxia ose plantarnos cara, con partido de por medio, salen de aquí escardaos.

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