viernes, 6 de agosto de 2010

LECCION DE HISTORIA


Toledo, 15 de Mayo de 1490.

Mi nombre hasta aquella noche era Alfonso Toledano, tengo 17 años, y vivo en las inmediaciones de Toledo. A mi papá y a mi mamá nunca los conocí, según contaba mi hermano, ambos habían sido asaltados en un camino de regreso a casa y habían resultado muertos por unas cuantas monedas de oro. Mi hermano se llamaba Urbano Toledano y era un hombre recto y muy serio, quizás demasiado para un hermano. Era el ayudante principal del párroco local. Dentro de sus oficios estaban el de limpiar cada día las imágenes de Cristo y de la Virgen María que adornaban la Iglesia, ayudar a los confesionarios, y al párroco en todo lo que éste precisase.

Mi hermano siempre iba vestido como un obispo más, solo que con vestiduras algo mas pobres, y con una enorme cruz de color verde en un costado. Siempre se preocupaba de que no nos faltase para comer, pero tenía una costumbre muy rara, cada Domingo, al volver de misa, me llevaba al arroyo que había cerca de casa y me obligaba a bañarme con él, esto es divertido en verano, pero deja de serlo en invierno. Cada vez que yo le preguntaba a mi hermano el por qué de éste baño, el siempre decía lo mismo, cambiaba el semblante de su rostro y ponía una voz muy áspera y fuerte y me decía: ¡hazlo o tendré que castigarte!, así que por miedo a las represalias siempre lo hacía. No entiendo porque le tenía tanto miedo, jamás me puso una mano encima, hasta aquella noche claro.

De vez en cuando mi hermano tenía un mal día, ese día era cuando el llegaba amoratado, como si le hubiesen propinado varios golpes, yo le preguntaba que quién le había hecho tal cosa pero el siempre decía que se había caído de camino a casa, que a él nadie le hacía nada porque era un miembro del clero y pegar a un miembro de la Iglesia era duramente castigado. Pero yo nunca me lo creí, sobre todo porque cuando me llevaba a acostar, y él se quedaba un rato más en el comedor, lo escuchaba llorar durante horas, aunque él lo hiciera bajito para que yo no le escuchase.

Toda mi vida era bajo ésta rutina, hasta que aquella noche y mientras dormía, alguien me puso la mano en la boca, yo con gran susto exclamé: Socorro!, pero pronto mi hermano me mando callar, tranquilo Alfonso, soy yo. Su voz me tranquilizó, pero le pregunté: ¿Qué pasa hermano?, y él me dijo, toma, ponte esto rápido, y ven conmigo. Sobre la cama había unas vestiduras diferentes, era como un vestido blanco, parecido a los camisones que las mujeres usan para dormir, yo no quería ponérmelo, pero la cara de mi hermano hizo que me lo pusiera sin rechistar. Una vez puesto, le seguí hasta llegar al comedor, al lado del horno. Allí mi hermano golpeó con firmeza la pared y una pequeña puerta se abrió justo a la altura de mis pies.


¿Desde cuándo estaba eso ahí?, solo entra, dijo mi hermano. Ambos seguimos todo el pasadizo adelante hasta que llegamos a una especie de recibidor con un pequeño baño, unos libros con letras que no podía diferenciar ni leer, donde otro hombre aguardaba ya allí. Su nombre era Pedro, el agricultor del párroco. Extrañado dije a mi hermano, ¿Urbano, que hace Pedro aquí?, pero mi hermano me miró con una cara que jamás había visto, su cara se había vuelto dulce, feliz, afable, no había seriedad en su rostro, ni rectitud, levantó su mano con gran firmeza y me la puso encima de mi cabeza, creía que podía golpearme pero no, en lugar de eso, un gorrito de color blanco quedó sobre mi cabeza. De repente mi hermano empezó a llorar, yo no entendía nada, y me asusté mucho, mi cara de preocupación debió alterar a mi hermano que pronto me dijo, tranquilo Pequeño Yaacov, ahora estás a salvo. ¿Pequeño Yaacov?, mi hermano debió tomar demasiado vino en la cena, ¿qué estaba pasando?. A mi pregunta respondió Pedro porque mi hermano no podía hablar de la emoción. Verás Alfonso, tu verdadero nombre es Yaacov Ben Arfa, el nombre de Alfonso fue dado a tu persona como cristiano nuevo cuando tú eras muy pequeño, es decir, somos Judíos Yaacov. Tu hermano se llama Levi Ben Arfa y no Urbano Toledano, y yo tampoco me llamo Pedro, mi nombre es Samuel. Tus papás, no fueron asesinados por unos asaltadores, sino que fueron prendidos por la inquisición y sentenciados en autos de fe públicamente. Tu hermano se convirtió como cristiano nuevo para protegerte, y a pesar de que estudiaba para Rabino, tuvo que dejar sus ilusiones para vivir una vida de mentira y así protegerte, tal y como se lo había prometido a tus padres antes de morir. Por eso él era siempre tan serio y parecía mal humorado, porque quería protegerte, que no supieras nada. Pero hoy Yaacov, tu nombre cobra vida, hoy cumples 13 años y es tu Bar Mitzvah, es cuando te conviertes en adulto para ser responsable de tus actos delante de Adonai nuestro D-os. Y de repente mi hermano como pudo y también Pedro, bueno, Samuel, se pusieron a cantar y a orar en un idioma prohibido que yo jamás había escuchado. No sabría deciros qué pasó muy bien, pues no hay palabras que describan lo que sintió mi corazón, ver a mi hermano sonreír, feliz por el y por mí, mirándome con unos ojos que jamás había visto, mientras me sumergía en el baño y hacían mi ritual al son de unas oraciones que no entendía pero que sonaban como los ángeles.

Al salir de allí, mi hermano me contó que estaba obligado a vivir una mentira, que todos los domingos me llevaba al río para lavarme de la comunión que nos daba el párroco, y que si le escuchaba llorar especialmente los Sábados, era porque ese era el día santo para los judíos y el hecho de no poder celebrarlo era lo que le hacía llorar. También si algunas veces venía amoratado era porque los cristianos viejos lo cosían a golpes como método de humillación y castigo por haber sido judío.

Ambos hermanos rompimos a llorar y nos fundimos en un abrazo que me recordó el amor de un padre por su hijo y nos hizo olvidar por un instante todo el dolor pasado.
Ahora dijo mi hermano, al menos de puertas para adentro sabrás que somos judíos y sabrás cómo te llamas realmente, sabrás que ni un solo día he dejado de estudiar las escrituras de Moisés y sabrás que mi amor por ti nunca cesará, por muchos golpes que me den o por muchas humillaciones que me hagan pasar, siempre estaré contigo. Ahora sabrás que cuando nadie te vea deberás ponerte ese gorrito de color blanco al que nosotros llamamos Kipá y que es una señal de respeto hacia nuestro D-os. Y sabrás que tuviste un padre y una madre que dieron la vida por ti, así que ahora lúcelo con orgullo.

Y desde ese día hasta ayer, vivimos con mas amor del que nadie pudo imaginar jamás, y eso es lo que quedará como huella perpetua en mi corazón y eso es lo que no ensombrecerá que hoy 15 de Mayo de 1490, esté triste pero orgulloso justo un día después de que la Iglesia haya capturado, torturado y quemado vivo a mi hermano por ser sospechoso de ser judaizante.

Samuel me dijo que lo torturaron hasta extenuación, pero que se mantuvo firme y no nos delató, me protegió hasta el final, incluso cuando el fuego devoraba su carne se mantuvo firme y solo tuvo palabras de amor para D-os. Hoy me siento tremendamente orgulloso de mi hermano y también feliz, pues hoy se que está descansando. Hoy dejo esta carta para que aquel que la encuentre sepa lo que aquí ha acontecido, pero no para que odie a la Iglesia, sino para que sepa que Hoy mi hermano Levi Ben Arfa es libre, y que yo, Yaacov Ben Arfa, no me siento huérfano pues tengo el honor de haber experimentado el verdadero amor de una familia, amor que perdurará mas allá de lo que perdure esta locura de la inquisición. Amén.


P.D.: Esta carta la leí en el último ciclo de conferencias del Renacimiento de Úbeda y Baeza, donde fui invitado a dar una charla sobre los Judíos en la edad Media. La historia no es real, me la inventé yo con el propósito de hacer así mi pequeño homenaje a lo ocurrido en aquella época, pero ya os aseguro que he leido historias mucho mas duras que ésta y reales como la vida misma.

Nota. Leerse el último Judío de Noah Gordon.



6 comentarios:

  1. Querido Erik, gracias por compartir esta historia con nosotros.

    Sin duda, es aterrador el hecho de limitar la libertad de las personas de cualquier modo. En el caso de las creencias religiosas, como nos contabas, la triste realidad nos sigue mostrando episodios tan trágicos como éste, en los que la violencia física personalizada puede que no sea tan manifiesta, pero los atentados a grandes masas y los aislamientos a determinados pueblos son terribles.

    Me leeré el libro que me recomiendas, no obstante, la sección internacional de cualquier periódico puede que me de más miedo.

    Salud DIARIANTE.

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  2. Sí, aunque todo depende del periódico que se lea o con las gafas con las que uno las lea. Todo está demasiado sesgado, y mi corta experiencia me dice que todo no es blanco o negro, opresores u oprimidos, sino que mas le vale a uno estudiar el tema que sea antes de abordarlo, pues las cosas no son tan sencillas y podemos emitir juicios erroneos.

    Yo que me considero una persona bastante bien informada en Oriente Medio, te podría decir, que si ni demócratas ni republicanos, ni Europeos ni Americanos han podido resolver ese/esos conflictos, es porque ahí hay miga.

    Salu2

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  3. No dudo que haya miga, Sir Erik. Estoy convencido de que, además, sabes muchísimo más que yo respecto a estos temas.

    Los periódicos sesgan, por supuesto, y los periódicos los hacen personas, también sesgadas. Las personas también están sesgadas. Unos y otros. Opresores y oprimidos.

    Aunque mi opinión esté equivocada, que seguramente lo estará, pero es la mía, la emitiré: en un conflicto bélico o en la opresión a un pueblo en el que encontremos una actitud desconsiderada y agresiva contra el ser humano (hace unos días hablábamos de toros, fíjate) todos los participantes son culpables. Creo que ahí hay poco que justificar. En "tos" sitios se cuecen habas.

    Cuando quieras hablamos al respecto. Seguro que tienes mucho que enseñarme.

    Un abrazo.

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  4. Me ha gustado mucho. Y en mi caso no he leido ese libro, pero sí "El Médico", del mismo autor, y es uno de mis favoritos. Menudo historión la vida de ese huérfano de hace más de mil años, y el retrato del mundo judío de esa época.

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  5. Sí Sir Agustín, cuando su merced desee éste joven hidalgo estará dispuesto, como espada presta, a reunirse con vos (café por medio) y charlar de lo que desee.

    Martinelli échele usted bemoles y léase el libro, yo se lo voy a prestar, pues lo qtengo como pieza particular de mi colección literaria.

    Un abrazo chicos,

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  6. Soy uno de los grandes ignorantes en muchos aspectos de la Historia, pero de esto, mucho más.
    Leeré el libro que recomiendas.
    Saludos

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