miércoles, 15 de septiembre de 2010

RECUERDOS DE QUESADA. El Barranco de los burros.

Dedicatoria:
A mi entrañable compadre Mazacote, esté donde esté

Nunca supimos el origen del nombre de ese barranco, lo cierto es que a nuestros nueve años de media se nos mostraba orgulloso e inexpugnable con sus 80 metros de altura cual abismo mágico, que aunque no pasaba de ser un vertedero de escombro de tierras, nos atraía irremediablemente a jugar en su cima, desde donde se veía el río Bejar y la imponente sierra de Cazorla.

Esbozo una sonrisa cada vez que me acuerdo de aquella época sin móviles sin ordenadores y sin Tetabric, pero sobre todo de aquellas jornadas memorables de fin de semana jugando en aquel barranco allá por el año 1980; Éramos cuatro almas unidas para lo bueno y para lo malo, intrépidos e inocentes zagales criándonos en un tiempo maravilloso.

Miguel y Borja, dos de nuestros compañeros, eran dos hermanos hijos del notario del pueblo y Nino y yo otros dos hermanos hijos del perito de la mina.; juntos formábamos una compañía extraordinaria a la caza de mil aventuras.

Un buen día, a mí se me ocurrió la posibilidad de navegar por el barranco, esto es, tirarse sin conocimiento ninguno desde lo alto del barranco sobre cartones y esa, fue una de la mejores ideas que he tenido nunca. Formábamos unos trineos con cartones grandes de frigoríficos y otras cosas grandes y nos tirábamos desde lo alto recorriendo sus ochenta metros a gran velocidad. A veces nos caíamos y bajamos rodando. Algunos esguinces, chichones y contusiones varia s surgieron pero eso era un precio razonable que de vez en cuando teníamos que pagar.

Cerca del barranco estaba y está el Colegio Publico Virgen de Tiscar, nuestro colegio, donde todo los recreos jugábamos con y entre fémures, clavículas, costillas ,cráneos y demás huesos humanos; si, lo he dicho bien, ya que aquel colegio de reciente construcción, estaba hecho encima de un cementerio y como las pistas del gran patio eran terrizas cada vez que llovía quedaban desenterrados toda clase de restos humanos, que eran utilizados de forma inocente por todos los infantes, como vates de béisbol, palos de golf, poster de portería, armas arrojadizas, etc.

Pero lo mejor, sin duda era una antigua y enorme maquina cementera abandonada encima junto al Barranco, la cual utilizamos en mil ocasiones como fortaleza de hierro inexpugnable para nuestros enemigos, metiéndonos en su interior igual que esos castillos de tubos y ventanas de plástico que hoy en día hay en los parques infantiles y los mcdonalds.

Muchas fueron las veces en que nuestra maquina y nosotros dentro, fuimos asediados durante horas por pandillas enemigas; a veces ganábamos y otras, las menos, perdíamos.
Me encantaría, que mis hijos puedan contar alguna vez, con esta clase de juegos en los que nuestra imaginación es lo mas importante, si bien espero que de vez en cuando, alla en el pueblo, donde aun queda algo de tranquilidad, pueda verlos correr con un arco hecho de rama de adelfa con sus correspondientes flechas hechas con “Gamonitos” finos que tienen con punta una chapa de cocacola doblada.

Salud diariantes.

10 comentarios:

  1. Como joven que pertenece quizás a la última hornada de zagales que saben de lo que estás hablando (No porque naciera o estudiara en Quesada, sino porque sé perfectamente lo que es llegar a tu casa con las rodillas reventadas de jugar, los famosos sollejones, pupas y pupones, y no el ordenador como ahora), he de decirte que has logrado emocionarme, pues al tiempo que te leía, un mar de recuerdos invadía mi mente paralelamente a los tuyos. Ha sido genial, Bravo caballero de cana y espada, bravo!

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  2. Nosotros teníamos predilección por casas abandonadas en mitad de los olivares donde hacer lumbres con el ramón (que no es un amigo que quemáramos, si no la madera de la poda). Y mi madre diciendo "¡Ya vienes oliendo a gitano y lleno barro! ¡¡Y con las zapatillas nuevas!!"

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  3. Magnífico, qué recuerdos!!. Tengo que decirte, amigo de la cana y espada, que casi lloro con el último párrafo. Ahora no me duelen mis raspones en las rodillas, me duele que mi hijo no pueda disfrutar teniéndolos al igual que yo lo hice. ¡¡Me quedo en la alpujarra, cojones!!

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  4. Qué recuerdos. Olor a tierra y amapolas pisoteadas en el legío. Compartiendo piedras por el medio gaseoso con miembros de otras razas y etnias.
    Menudas carreras a la casa, deseando que a tu madre le hubiera dado por barrer en ese momento la puerta de la calle para que la puerta estuviera abierta.
    Qué recuerdos.

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  5. Yo me quedo con las porterías hechas con dos montocitos de lo que hubiera. La rabia que te daba cuando metías un gol y te decían que había sido "por alto"... Manda cojones.
    El valioso legado del juego de la calle debe ser transmitido, ¿acaso nuestros hijos no sabrán lo que es jugar a churro, a la lima, la chángana, la goma, o bote?

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  6. Supongo que está en nuestras manos no comprarles todas las semanas un nuevo juego de la "plei". Dificil tarea, si todos sus amiguetes se quedan en casa con el "feisbuk" y la consola, pero no imposible.

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  7. Venirse tos pa Baños,

    Alli, al menos se siguen apedreando perros,comen ricos cucharros, cualquier vecina es una buena mujer y si no estamos los padres se encargan de los niños, tenemos el campo como calle, los burros rebuznan por las mañanas, se ven las estrellas por la noche, hace fresquito en verano, tenemos playa, hay un monton de fiestas y un monton de cuestas que rebientan a los zagales y hasta ruedan peliculas.

    Todo un paraiso para nuestros actuales y futuros infantes.

    caguendie.

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  8. Búscame un trabajo allí de lo que sea, repito, de lo que sea, y me empadrono mañana a las 9:00

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  9. Que parte de lo que ha dicho el de cana y espada te ha convencido antes...jejeje

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  10. Muy Sres. mios.

    Doy fe de tan singular lugar. Y guardo mil recuerdos de aquellos días en mi corazón... Y algunos físicos, especialmente una calva en mitad del craneo como consecuencia de una brutal pedrada... ¡¡¡FORMACIÓN DE DEFENSA!!! ¡¡¡NOS ATACAN!!!, ¡¡¡MUERTE A ANDRES EL GITANO!!!.

    Un saludo.

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