viernes, 23 de julio de 2010

Inolvidable

     Apenas me hube dado cuenta de que me esperaba en la puerta del instituto, creció la ansiedad y el temor. La ansiedad nerviosa que nos persigue allá donde vamos cada vez que pretendemos algo más, subir ese escalón desconocido y deseado. El temor, primo hermano de la ansiedad, a no conseguirlo, a tropezar, a desconfiar de tus posibilidades reales. Pero, rayana a la tensión y a la ansiedad, el ansia incontrolable de los 15 años que desconcierta y altera el veleidoso termómetro de las emociones que representa nuestra autoestima.

     Eran las tres de la tarde y estaba especialmente hermosa. Como siempre, vestía un chandal de alguna marca archiconocida en las tiendas de deportes que yo tanto frecuentaba y llevaba su mochila casi vacía colgada escrupulosamente recta en la espalda, sin desviación alguna, al menos, no más que las que el contoneo de sus caderas le procuraban al descender la cuesta que nos conducía camino hacia casa. 

     Al situarme frente a ella me dí cuenta de que era más alto. Yo, más alto. No pude aguantar la carcajada que tuvo un doble efecto. Por una parte, romper el hielo. Por otra, reforzar mi autoestima. Yo, a mis 15 años, era más alto que pocas personas en un radio de 100 kilómetros. Pero ella, ella, me había permitido ser el más alto de los dos. Miraba hacia abajo para verla. Su flequillo indómito, revoltoso, tendía a taparle la cara y yo, desde las alturas, podría retirárselo y conseguir que ella me mirase, desde abajo y, de resultas, el resto del mundo empezaba a desaparecer confundido en el brillo de sus ojos.

     A medida que caminábamos podía sentir un cosquilleo muy especial y desconocido en mi vientre, vamos, encima de la .... pelvis. Constantemente deteníamos la marcha y la conversación para mirarnos . Su mirada era sincera, pura, limpia y yo, procuraba retenerla, absorberla, tragarla, engullirla con una avidez tan descontrolada y desproporcionada que el espacio entre ambos se extinguía centímetro a centímetro desatando instintos y pasiones internas achicharraicas vivas. 

     Esta mañana sonó el móvil. Las 8.30 de la mañana. Un número larguísimo, probablemente publicidad o una centralita pública. Quizá delegación. ¿Qué van a querer un 23 de Julio? Directamente la tecla roja. A tomar viento. Detrás de mí, ella. He vuelto a mirar hacia abajo. La he encontrado despeinada, semidesnuda, con su sueño saboteado por una estúpida llamada de su marido y, obviamente, con una mala leche de cojones. He vuelto a mirarla a los ojos, desde arriba. Ella también. Sus ojos han brillado y ...

     -Por gilipollas, has despertao al niño con la alarma del móvil. Ahora te quedas tú con él que yo me voy a acostar otra vez.

     Y ya está. Eso es lo que hay. Como resultará obvio, las pasiones internas de hoy son distintas, salen achicharraicas vivas, pero con otro tostao, un tostao distinto, como más quemao. Sin embargo, lo más importante, es que la sigo queriendo porque recuerdo lo de aquella tarde a la salida del instituto y me doy cuenta de que por puro sentido común, aquéllo, será inolvidable.

     Un abrazo DIARIANTES. Hoy estoy flojón.

       

6 comentarios:

  1. Será menester que continúes flojón por mucho tiempo, pues nos has regalado uno de los textos con más sensibilidad que por aquí se han visto.

    Felicidades Pequeñito, has logrado retratar el sentir que nos anima a continuar "tostándonos"!!

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  2. Ya lo dijo Gandalf: "En la noche, ¡¡ Apaga el móvil!!, Tuk insensato...". Eso o algo parecido.

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  3. Gracias Cualidades. Ya sabes, uno que se levanta flojón y deja que escriban las musas. A ver si esta noche ... digo, a ver si .... vamos, por si si fo.....

    Frijol, grandes consejos los tuyos. Un beso chupado de Pedrito.

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  4. Me sumo a Maese, menester que sigas flojón, pues vaya deleite a la vista leerte compadre!!

    Por cierto, ayer pasé por las tierras de Gor y Gorafe, nos gustaron mucho.

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  5. Muchas gracias, Sir Erik, por tu comentario.
    Me alegro de que te hayan gustado las tierras baldías. Tienen su encanto cuando les dedicas unos minutos. Un exceso temporal involuntario por allí, si además coincide con el rudo invierno, se torna en tragedia.

    Saludos.

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  6. INOLVIDABLE ES EL CULO DE LA MOZA QUE HAS PUESTO EN LA FOTO COMPADRE.

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