martes, 20 de julio de 2010

LA BRISA VESPERTINA MECÍA SUS RAMAS

La brisa vespertina mecía sus ramas, y miles de vigorosas hojas se aferraban a ellas con sus fuertes peciolos, desafiando la gravedad. Un sol próximo al ocaso velaba sus finas nervaduras, como ríos sanguíneos que contrastan con el limbo carmesí. Destellos de luz coronaban de oro su copa, dejando entrever la línea quebrada de un oscuro horizonte.

La brisa vespertina mecía sus ramas, y arrancaba rubíes de los troncos que ardían en el hogar, liberando a los espíritus del bosque, que se elevaban trepando por la columna de humo cantando en su crepitar canciones de otros tiempos, de los tiempos jóvenes, de los tiempos del todo por venir.

La brisa vespertina mecía sus ramas, y agitaba el mar embravecido que son sus cabellos, jirón azabache robado al cielo nocturno, tal es su brillante negrura. Y su rostro fue desvelado, y su belleza indómita, imperfecta, se tornó en sonrisa: ¿Quieres un trozo de morro?

Y la brisa vespertina cesó… Pero cómo estaba el morro, compadres!!!

3 comentarios:

  1. Ah el morro¡¡ El morro va bien pero el ojo lo pierde.

    Inusitadas palabras utilizas maese, que cada vez que avos leo se ennriquece mi vervo

    ESTE VIERNES Y SABADO SON LAS JORNADAS MEDIEVALES EN BAÑOS, ANUNCIO.

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  2. Menuda brisa cualidades. No obstante, me pregunto si esa brisa la sentiste solo tú, por el temilla de que tienes, por encima del resto de los mortales, una superficie corporal sobresaliente, capaz de captar brisas hasta de las más altas capas de nuestra maltrecha atmósfera. Yo caté el morro, pero la brisa, la brisa, la brisa vespertina cesó. Menudo calorín, sus muelas.

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